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Ultimamente abundan en nuestra sociedad unos ejemplares curiosos que podriamos denominar "Homo-insapiens" estos especímenes me persiguen por doquier, si voy a un concierto allí está el "insapiens" de turno, que por esas dichas del destino, siempre se ubica cerca de mí, con sus conversaciones constantes, gritos que no vienen a cuento o llamadas de móvil impertinentes, que no permiten que uno pueda disfrutar del espectáculo, que forma más absurda de tirar el dinero, solo conozco otra peor, quemarlo en forma de cigarrillos.
Si vas a una corrida de toros, allí está dos filas más atrás el voceras-patoso, llegado del pueblo con bocata y moza al lado, este tipo de "insapiens" no es culpable por sí solo de su patosería, está arropado normalmente por jaleadores risueños que le rien las gracias sin parar, el tono de su voz, molesta y chillona, su acento, cruce entre Bono y El Cuñao y los comentarios vertidos, dignos de un estudio por parte de la Real Academia de la Lengua, terminan por desquiciar hasta a los chinos asistentes, que abandonan la plaza en el segundo toro, no por que no entiendan lo que pasa en el ruedo, sino por el miedo a que semejante energúmeno tenga una enfermedad contagiosa, algo así como la "gripe gilipollar".
Lamentablemente la España profunda es una realidad, Los Santos Inocentes de Delibes, siguen más vigentes que nunca, lo que pasa es que en este caso los Santos somos los que aguantamos a este tipo de vulgares bocazas, solo hay que fijarse en el tamaño de los bocatas que se meten entre pecho y espalda en menos de tres mordiscos, ..... la fanega al poder. ¡Cuanto despropósito!...